Los conventos han sido lugares de reflexión, oración y arte, porque muchas de las monjas fueron verdaderas artistas en el arte de la escritura, pintura, música… Pongamos como ejemplo a la gran Hidelgarda de von Bingen, la mística feminista de la Edad Media, según National Geographic (lee el artículo si te interesa), que se convirtió en toda una autoridad en la Iglesia en pleno siglo XII y que cultivó desde la medicina hasta la música, pasando por la poesía.
En los siglos XVI y XVII hubo también numerosas monjas que destacaron en la literatura. Veamos algunas de ellas:
Sor María Jesús de Ágreda
María Coronel y Arana tenía unos padres muy devotos que decidieron entregarse a la religión después de tener 11 hijos (solo 4 sobrevivieron). Tras una visión celestial, Francisco padre, Francisco hijo y José (sus hermanos) ingresaron en la Orden de San Francisco; mientras que Catalina madre, Jerónima hija y ella misma, María, ingresaron en un convento que fundaron en su propia casa.
Con 16 años toma el hábito y adopta el nombre de sor María Jesús de Ágreda; y con 25 fue nombrada abadesa (y así fue hasta que se murió, con 63 años). Además de su vida eclesiástica, tenía ciertas inquietudes literarias, y gracias a ellas y a sus bilocaciones, se convirtió en confidente del rey Felipe IV, nada más y nada menos. Aquí puedes ver y descargar las cartas que se intercambiaron durante casi 20 años.
«Llegó a ostentar gran influencia en la sociedad del siglo XVII y participó de algunas cuestiones de Estado, dados los consejos que le brindaba al monarca, quien acudía a ella, como persona de extrema confianza, para encontrar confortación. Incómoda para la cúspide de la Iglesia Católica, fue procesada por la Inquisición por sus episodios místicos y de bilocación, por los cuales se la considera evangelizadora de los actuales estados de Texas, Nuevo México y Arizona, sin salir de su convento en Ágreda (Soria)». Sigue leyendo en el buscador de Women’s Legacy.
Veamos un breve recorrido por su historia y sus escritos de la mano del también escritor Javier Sierra, en un reportaje de CyLTV.
Sor Juana Inés de la Cruz
Aunque Platón ya nombró a otra gran poeta, Safo de Lesbos (enlace a un podcast sobre ella), la décima musa; son muchos los que consideran que el honor es para la mexicana Juana Inés de Asbaje. Esta precoz lectora y escritora tuvo una vida intelectual muy intensa y abarcó todos los saberes de la época. Su refugio como jerónima le permitió convertir su celda en un encuentro de poetas, filósofos, músicos… y escribir, a través de violentos hipérbatos y alusiones mitológicas, muy al estilo barroco, culteranos versos indelebles que, en su mayoría, defendían a la mujer.

Lo que has leído es un fragmento de Primero sueño, una extensa silva influida por el Soledades de Góngora en la que el alma se libera del cuerpo al dormir e inicia un viaje espiritual en busca del conocimiento del universo; pero, como todo lo bueno, se acaba con el amanecer, cuando despierta. Esto es un ejemplo de culteranismo y, si te ha gustado, puedes escuchar otro fragmento en el podcast «Las hijas de Felipe», especialistas en los siglos XVI y XVIl (minuto 16.30).
Además de este bonito y profundo viaje onírico, escribió en náhuatl y abordó temas filosóficos y morales en sus poemas barrocos. Aquí puedes consultar una selección de poemas recopilada por Women’s Legacy y un par de ejemplos dedicados a un gran amor: Lisi.


Juana, además de barroca, era satírica. Compruébalo con este famoso poema en redondillas, en la que censura la actitud de los hombres hacia las mujeres. Puedes optar por escucharlo adaptado por Juan Valderrama, en su disco Mujeres de carne y verso.
Otra de sus luchas con la pluma era reivindicar el derecho de la mujer a la educación y al conocimiento, como podéis leer en su autobiografía en prosa: Respuesta a sor Filotea de la Cruz, una aguda e inteligente respuesta a las recriminaciones que le hizo un obispo que utilizó el pseudónimo de Filotea de la Cruz (Manuel Fernández de Santa Cruz y Sahagún, obispo de Guadalajara y de Puebla).
Aquí te dejo varios extractos, donde podrás comprobar las estrategias que usa para su defensa.



Una gran poeta, de las primeras, en lengua castellana; pero además de sus barrocos versos y sus agudos escritos, también fue dramaturga, de las primeras. He aquí una de sus obras: Los empeños de una casa.
Ella escribió y sobre ella han escrito, pues fue famosa en vida y tras su muerte. Un ejemplo de ella es la adaptación del teatro/musical Yo, la peor del mundo, un cuento Punk escrito por Antonio Muñoz de Mesa y dirigido por Olga Margallo. A continuación, un pequeño extracto.

Sor Marcela de san Félix
En el acta de bautizo, Marcela del Carpio fue inscrita como «niña de padres desconocidos». Pero sus progenitores fueron bien conocidos: Lope de Vega y Carpio, y su amante de aquel momento, Micaela de Luján. A pesar de no ser ni fea ni recia (motivos por los que muchas entraban en conventos en aquel entonces), con dieciséis años quiso meterse a monja, quizá para huir de la vida desordenada y sin educación que rodeaba la vida de los hijos del gran poeta; sin embargo, se considera que fue la hija predilecta del Fénix de los Ingenios y su apoyo espiritual. Conoce más sobre su vida.
Fue una prolija escritora de poesía y teatro (además de actriz de algunas de sus obras), bastante satírica, que compuso cinco volúmenes de poesía y teatro, además de una autobiografía espiritual; pero tan solo se conservan veintidós romances, dos seguidillas, un villancico, una décima, una endecha, ocho loas, una lira y seis obras teatrales denominadas Coloquios espirituales, porque el resto fue quemado por consejo de su director espiritual.

R que R producciones rescató la figura de esta escritora en una obra de teatro que tituló Marcela, la hija del poeta. Mira un extracto.
A continuación, una selección de sus poemas. Clica aquí.
Beatriz Galindo, la latina
¿Te suena el barrio de La latina, de Madrid? Debe su nombre a una consejera de la católica reina Isabel que se llamaba Beatriz Galindo, que no fue monja, pero fundó un convento. Esta salmantina recibió su apodo por el dominio del latín y manejaba de tal manera el idioma, que asombró (nada más y nada menos) que al claustro de la Universidad de Salamanca. Esto llegó a oídos de Isabel, la Católica, y por ello entró a su servicio. Tenía, por aquel entonces, 16 años. Conoce más sobre el barrio y La Latina en este enlace y en este gracioso vídeo con muñecos de Playmobil.
Beatriz acompañó a la soberana hasta sus últimos días y al morir esta, fundó en Madrid, junto a su marido, un convento y un hospital (ahora el teatro La Latina). Ellos se mudaron a una casa señorial, que ahora es la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación: el Palacio Viana.
Cuando murió su marido, para no perder la tutela de sus vástagos con un nuevo matrimonio, se retiró de la vida pública y optó por seguir una vida religiosa; sin embargo, siguió promoviendo fundaciones religiosas y finalizó la fundación del hospital. Si te interesa, sigue leyendo en la Real Academia de la Historia o ver este documental de RTVE.
Desgraciadamente, no se han conservado sus obras… así que solo nos queda el recuerdo de una mujer adelantada a su tiempo.
¿Te gustan los podcast? Te recomiendo que escuches Las hijas de Felipe, un un espacio de cotilleos históricos, dramas barrocos, vidas olvidadas y, sobre todo, monjas bastante curiosas; todo ambientado en los siglos XVI y XVII. «Un refugio sonoro del ahistoricismo deliberado», como lo definen Carmen Urbita y Ana Garriga, sus protagonistas. Conócelas en esta entrevista de El País.
En la siguiente infografía, un resumen de los capítulos relacionados con la literatura que estamos viendo (te indico el minuto a partir del cual empiezan a hablar de ello).
16. ¿Qué hay que hacer?
Hemos visto cuatro autoras: sor María Jesús de Ágreda, sor Juana Inés de la Cruz, sor Marcela de san Félix y Beatriz Galindo. Elige dos de ellas y escribe sendas cartas a uno de los siguientes destinatarios (fíjate bien qué relación hay entre las autoras y los destinatarios que se proponen antes de escribir): Lope de Vega, Felipe IV, Isabel I y Filotea de la Cruz.
La carta (100-200 palabras) tendrá que estar redactada en primera persona (como si fueras la autora) y en el contenido hay que incluir referencia a alguno de sus escritos y los problemas que han encontrado por la publicación de sus obras. Si te animas, puedes consultar el diccionario de Covarrubias para incluir alguna palabra de la época.
Escríbela a mano, en uno de los pergaminos, y guárdala en un sobre (aquí se explica cómo lo puedes hacer con un folio) con el nombre y la dirección del remitente.
