Renacimiento: intro

Comencemos con un poquito de arte…

¿Conoces al señor del primer cuadro? Es Felipe II, el rey español, pintado por Sofonisba Anguissola (la que aparece en la segunda imagen, pintada por ella misma; o sea, un autorretrato). Este cuadro, junto con el de tantas otras artistas, lo puedes ver en la exposición temporal «Heroínas» del Thyssen (hasta el 5 de junio).

Leonardo da Vinci, el gran hombre renacentista, también se pintó a sí mismo, pero es más conocido su retrato de Lisa Gherardini, un pequeño óleo de 77×55 cm que se encuentra en el Louvre. ¿Quieres saber más sobre este cuadro? Lee este artículo de National Geographic.

Sigamos con algo de historia para situarnos…

Cuando el gran emperador del Sacro Imperio Germánico Carlos I de España y V de Alemania – nieto de los Reyes Católicos por parte de su incomprendida madre Juana y del gran emperador Maximiliano I – desembarcó en Tazones (Asturias), poco podía imaginarse sobre el país que le recibía. Tras una tormenta en el golfo de Vizcaya, el lujoso barco del futuro rey español desvió su rumbo y llegó a un lugar donde nadie le esperaba, sin saber español y rodeado de flamencos. Y la respuesta no se hizo esperar: abucheos y hostilidad. Una hostilidad que se acrecentó en su camino hacia Aquisgrán, donde fue coronado emperador gracias a los recursos de Castilla. ¿Te gustaría viajar a ese momento? Puedes hacerlo en Laredo… consulta el programa.

Carlos V fue un rey viajero y terminó sus días en el monasterio de Yuste. Si te interesa saber más, escucha hasta el minuto 8,40, donde contamos qué recorrido hizo al final de sus días y la curiosa causa de su muerte.

Esa hostilidad continuó durante el reinado de su hijo, Felipe II (el de la Leyenda Negra), fruto de un fructífero matrimonio con Isabel de Portugal – su única mujer. Tanto Carlos I como Felipe II, llamados los Austrias Mayores, había recibido una gran herencia gracias a las llaves que Boabdil entregó a Isabel y Fernando del último reducto musulmán en la península, del descubrimiento de las Indias-Américas del insistente Colón en el mismo año 1492 y de las alianzas matrimoniales y políticas que realizaron durante su monarquía absoluta. Unas alianzas que despertaron la ira de sus vecinos (el renacentista francés Francisco I y el mujeriego inglés Enrique VIII, el de las 6 mujeres, entre otros) y provocaron innumerables guerras, como las que enfrentaron al territorio español con el italiano y que llevarían al país a una progresiva decadencia regida por los sucesivos Austrias Menores: Felipe III, Felipe IV y Carlos II.

Estos monarcas absolutos se van sucediendo a lo largo del siglo XVI, siglo de hegemonía política y militar española, pero con una clara diferencia entre las dos mitades del siglo: la política europeísta de Carlos V y su expansión del imperio español en la primera mitad y el cierre de fronteras (incluyendo el territorio portugués por herencia de su tío abuelo) y la sacralización del Estado de Felipe II, “el Prudente”. A pesar de ello, los territorios del piadoso Felipe se extendían por todos los continentes del mundo y el Imperio español alcanzó su máximo apogeo, era un imperio “donde nunca se ponía el sol” (y eso que no había recibido el título de Emperador, ya que su padre se lo dejó en herencia a la familia de su hermano Fernando).

Por aquel entonces, en España se comenzaba a respirar el humanismo, una amplia y compleja manifestación del antropocentrismo de la época: el hombre renacentista se comienza a colocar en el centro de un mundo que ya era digno de ser vivido por sí mismo, la tierra ya no es el valle de lágrimas del hombre cristiano medieval, sino un lugar de goce impulsado por la invención de la imprenta, el descubrimiento de América o el aumento de la riqueza.

A pesar de ello, las tradiciones escolásticas medievales aún iban dando los últimos coletazos y en la España del siglo XVI, el país aún contaba con una estructura social propia de la Edad Media: una nobleza que, a pesar de sus problemas financieros, gozaba de prestigio y se alzaba en armas si era necesario (como pasó con los Comuneros); una burguesía creciente debido al desarrollo de la industria y las ciudades; un pueblo de campesinos y artesanos representados por un pícaro al que llamaron Lazarillo de Tormes y un clero que se debatía entre seguir con la tradición o la reforma religiosa.

Dicha reforma venía promovida por las ideas protestantes de un monje agustino y profesor de la universidad de Wittenberg, llamado Martín Lutero, recogido en 95 tesis y las reformas del pensador Erasmo, nacido en Rotterdam (“Elogio de la locura”). Ambos luchaban contra la corrupción religiosa y propugnaban una revisión de las costumbres, lo que derivó en la Reforma, el Concilio de Trento y el inicio de la Contrarreforma en España.

Un territorio tan vasto y extenso necesitaba la unificación religiosa, y qué mejor manera de mantenerlo todo bajo control que con la ayuda de la Inquisición. La Santa Inquisición, mejor dicho – o eso era lo que pretendían los católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón cuando unieron sus corazones y sus reinos en Valladolid, en una boda clandestina y con una falsa bula papal (pues eran primos). Sin embargo, ya Torquemada, de origen judío y primer inquisidor general (además de confesor de la reina Isabel I) dejó bien claro las bases del Santo Oficio: combatir la herejía a sangre y fuego. España, mientras, se postulaba del lado del Concilio de Trento y la Contrarreforma, en la “lucha contra el turco”.

  1. ¿Qué hay que hacer?

Un visual thinking (mapa conceptual) con la información esencial de lo que has leído. Usa una de las cartulinas.


Ahora ya entramos en materia: la lírica renacentista. Accede a los siguientes enlaces para ver la información y las actividades asociadas.

2. El petrarquismo: video-llamada

3. Garcilaso de la Vega: sonetos y viñetas

4. Los místicos: jornada de poesía