Tema 3. El teatro a principios del siglo xx. Ramón María del Valle-Inclán y Federico García Lorca.

INTRODUCCIÓN

           En España, a principios del siglo XX, la afición al teatro es muy grande. Todavía no sufre la competencia del cine y es uno de los principales medios de divertimento social. Pueden diferenciarse dos grandes tendencias: por un lado, el teatro comercial; por otro, los intentos de renovación teatral.  En cuanto al teatro comercial, existe un teatro dirigido a las clases populares y otro tipo de obras dirigidas a las clases acomodadas.

            EL TEATRO COMERCIAL

            El teatro dirigido al público popular se llama género chico.  La pieza teatral más representativa del género chico es el sainete. Los autores de mayor éxito son  Carlos Arniches, que escribe sainetes de tema madrileño,  y Pedro Muñoz Seca, creador del astracán, género construido sobre el chiste fácil y las situaciones descabelladas (La venganza de don Mendo). 

             La burguesía gustaba de otro tipo de representaciones más literarias. Es lo que se llamó el género grande, comedia burguesa o comedia de salón, heredera de la alta comedia de la Restauración.  La adaptación al nuevo siglo de la comedia burguesa fue llevada a cabo por Jacinto Benavente. Se le concedió el Premio Nobel en 1922.  Su obra maestra es una farsa que utiliza el ambiente y los personajes de la vieja comedia dell´arte italiana: Los intereses creados. También anticipó el drama rural lorquiano con La malquerida.

             LOS INTENTOS DE RENOVACIÓN TEATRAL

             Más allá del impulso simbolista y modernista, al finalizar la primera década del siglo XX sigue sintiéndose la necesidad de renovar profundamente el teatro español. Los intentos de renovación a partir de estos años fueron múltiples.

             En primer lugar, los autores de la Generación del 98: Unamuno  cultivó el teatro como un cauce más para presentar los conflictos humanos que le obsesionaban (El otro); Azorín experimentó en la línea de lo irreal y de lo simbólico. (Los invisibles).

            Por otro lado, autores de vanguardia, como Jacinto Grau, quien escribió un teatro culto y profundo (El señor de Pigmalión), oRamón Gómez de la Serna, autor de obras vanguardistas con un lenguaje muy difícil (Los medios seres)  

            Otros intentos renovadores en los años 30 fueron protagonizados por Alejandro Casona, quien sitúa sus obras, de tono lírico, en el mundo irreal de los sueños y no plantea grandes conflictos humanos (La sirena varada, La dama del alba) y Max Aub,  quien durante la guerra contribuyó al teatro político y “épico”, aunque sus obras más importantes son las del exilio (Morir por cerrar los ojos,  Cara o cruz).

            Finalmente, apareció un teatro de humor intelectual de gran calidad. Miguel Mihura, con Tres sombreros de copa, se anticipa al teatro del absurdo; Enrique Jardiel Poncela  funde la comedia convencional con las propuestas vanguardistas en obras como Cuatro corazones con freno y marcha atrás.

              Pero, sin duda,  los dos autores más destacados en la renovación del teatro español de la primera mitad del siglo XX son Ramón María del Valle-Inclán y Federico García Lorca.

            El pontevedrés RAMÓN MARÍA DEL VALLE- INCLÁN, a pesar de su apariencia estrafalaria y su vida bohemia en Madrid, se dedicó en cuerpo y alma a la literatura. Revisó y depuró continuamente sus textos y buscó afanosamente nuevas fórmulas expresivas.  Su obra dramática experimenta una evolución estética desde un modernismo elegante y nostálgico a una literatura crítica basada en una feroz distorsión de la realidad, que desembocará en el esperpento.

               Así, tras sus primeras obras decadentistas, publica, a partir de 1907 las Comedias bárbaras. Situadas en el ambiente rural gallego, con toda su miseria, presenta personajes extraños, violentos, con fuertes pasiones, presididos por don Juan Manuel de Montenegro, personaje vicioso y pendenciero. Valle-Inclán abandona el estilo modernista aristocratizante y refinado para adoptar un estilo bronco y un lenguaje escénico revolucionario. Las acotaciones adquieren una gran importancia – se ha hablado de híbrido entre novela y drama – y el espacio escénico rebasa los marcos convencionales.

            También a esta etapa pertenece la obra Divinas palabras(1920), violento drama con un lenguaje desgarrado y a menudo brutal que presenta deformidades morales y sociales. Valle-Inclán presenta un mundo sórdido y miserable dominado por la avaricia y la lujuria. Acentúa los rasgos humanos y ambientales más desagradables, provocando un distanciamiento artificioso de la realidad que abrirá las puertas a la gran creación valleinclanesca: el esperpento.

              Desde  1920 se puede hablar de esperpento, pero la obra clave de esta tendencia es Luces de Bohemia. La mejor definición del esperpento aparece en la propia obra. Max Estrella, el viejo poeta ciego,  viaja – como un nuevo Ulises – por la noche madrileña con su amigo don Latino de Hispalis. Después de una  noche larga y fría, Max afirma:Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”.

            Después escribe otros tres esperpentos recogidos bajo el título Martes de carnaval. En ellos parodia el tópico del honor calderoniano y el militarismo trasnochado, configurando a los personajes como muñecos irrisorios, pero ya sin los restos de dignidad que quedaban en el poeta bohemio Max Estrella.

             Valle-Inclán fue  un gran innovador teatral, que anticipó técnicas cinematográficas (saltos en el tiempo, escenarios múltiples) y acercó el teatro español  a lo que otros autores estaban haciendo en Europa. Por su manera de concebir la realidad sus obras se consideraron irrepresentables.

            FEDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936) nació en Fuente Vaqueros (Granada) en 1898. Con diez años se traslada con su familia a Granada. Empieza Filosofía y Letras y Derecho, pero sus aficiones son la música y la literatura. En 1918 publica su primer libro, Impresiones y paisajes. Un año después se instala en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde vivirá hasta 1928. En 1920 estrena sin éxito su primera obra teatral, El maleficio de la mariposa, en la que ya puede apreciarse la búsqueda de un nuevo lenguaje, muy relacionado con su poesía lírica. Esta primera obra fue un fracaso.

            Su primer éxito teatral le llega con Mariana Pineda (1927), drama en verso que cuenta la historia de una joven ajusticiada en Granada en el siglo XIX por haber bordado una bandera liberal.

        Su deseo de renovación  le llevó también a escribir  títeres de cachiporra, teatro de marionetas [Tragedia de don Cristóbal y la señá Rosita (1922) y El retablillo de don Cristóbal (1931)] y farsas [La zapatera prodigiosa (1926) y Amor de don Perlimpín con Belisa en su jardín (1928)].

             Tras la popularidad alcanzada con el Romancero gitano se sumirá en una profunda crisis personal. En 1929, para alejarse de esa penumbra sentimental, viaja a la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde se enfrentará a la gran ciudad americana. Este viaje dejó en él profunda huella, huella que se reflejará en su famoso poemario. Pero en Nueva York también asiste a representaciones de teatro moderno que lo convencen de la necesidad de renovar a fondo el teatro español.

            Así, durante los años treinta, su deseo de experimentación lo conduce por dos caminos distintos: el teatro vanguardista próximo al Surrealismo y el drama rural, que asegura su representación en la escena española del momento.

            Escribe, pues, obras de teatro vanguardistas con un lenguaje surrealista: El público (1930), Así que pasen cinco años (1931). También crea el grupo de Teatro Universitario “La Barraca”, que dirigirá hasta 1935, y que dio a conocer el repertorio clásico por los más alejados pueblos del país.

            Pero son las tragedias rurales las que le proporcionan el éxito de público y el reconocimiento de la crítica: Bodas de sangre (1933), Yerma (1934)  y La casa de Bernarda Alba (1936). Todas están protagonizadas por mujeres.

            El tema central de La casa de Bernarda Alba es el enfrentamiento entre la autoridad y la libertad; entre los instintos naturales y las imposiciones morales de la sociedad.

            En Bodas de sangre, Lorca plantea los temas del adulterio y la libertad. En Yerma, aborda el asunto de la esterilidad y la opresión de la mujer. Son obras cargadas de elementos simbólicos y alegóricos, en las que el coro se utiliza como en las tragedias griegas, para dotar a la acción de gran intensidad dramática.

            El asesinato del poeta en agosto de 1936 truncó una vida excepcional. Todos los que le conocieron y trataron coinciden en su fascinante personalidad. Lorca se enfrenta con angustia y pasión a los enigmas de la vida; su homosexualidad agudizó el profundo desasosiego que se agazapaba tras su carácter desenfadado y amigable.